El coche eléctrico – Orígenes
Los coches eléctricos no son de ahora, no son un hallazgo de la última y más poderosa tecnología. Muy al contrario, fue nada menos que el siglo XIX el que vio nacer un proyecto que resultaría ser de los más ambiciosos, interesantes… pero también controvertidos y costosos de toda la historia de la automoción.
Costoso no tanto por la tecnología requerida por un automóvil de esta clase, sino por razones más bien de interés económico particular. Los defensores del coche eléctrico afirman que la casi nula difusión de este tipo de transporte no está relacionada con su inviabilidad técnica o comercial; por el contrario, desde muchos sectores se asegura que el interés de ciertas grandes petroleras se encuentra detrás del fracaso a que se vio abocado el coche eléctrico en el siglo XX y primeros años del siglo XXI. Esto es algo más que una teoría de la conspiración, si tenemos en cuenta que la petrolera norteamericana Chevron posee la patente de las baterías NiMH, las más adecuadas para alimentar un coche eléctrico. Pero antes de seguir con la difícil historia moderna de este tipo de auto no contaminante, habría que retroceder hasta ese siglo XIX que alumbró tantos y tan cruciales inventos.
El primer coche de la historia fue eléctrico. Diseñado y presentado en los años 30 de aquel siglo, a partir de los trabajos del empresario escocés Robert Anderson, el pionero de esta clase de autos comenzaba una aventura que prometía ser alentadora. Sibrandus Stratingh, un profesor de la universidad alemana de Groningen, se interesó también por las posibilidades de los automóviles eléctricos y construyó, junto a Christopher Becker, una serie de coches eléctricos de pequeño tamaño que asombraron a más de uno.
Los trabajos de Anderson y Stratingh encontraron en los científicos franceses Camille Faure y Gaston Planté el complemento necesario, ya que ambos colaboraron en la optimización de la pila eléctrica, parte primordial de todo coche eléctrico. Entre 1865 y 1881, estos profesionales hicieron que fuera más fácil empezar a pensar en la comercialización en masa de un coche que ya competía con los tradicionales autos de combustión.
En 1899 se dio un hecho relevante: el piloto belga Camille Jenatzy, a los mandos de su mítico descapotable eléctrico La Jamais Contente, alcanzó los 105 km/h, velocidad de récord en aquella época. En efecto, estableció una marca envidiable para cualquier auto, tanto de combustión como eléctrico. Jenatzy y su récord contribuyeron al reconocimiento y popularidad de los coches eléctricos, que tuvieron defensores tan ilustres como Thomas Edison, quien se fotografió al lado de uno en 1913.
Sin embargo, la revolución del coche eléctrico halló en la Primera Guerra Mundial un obstáculo que resultaría casi insalvable. En 1914, gran parte de Europa y del mundo se vieron envueltos en un conflicto con carices hasta entonces desconocidos. La rapidez, durabilidad y, sobre todo, la falta de interés por investigar nuevos métodos de transporte que no estuviesen pensados exclusivamente para la guerra, fueron factores determinantes para que el motor de combustión se convirtiese en el amo no solo de la guerra, sino también de las carreteras, una constante que se mantuvo durante todo el siglo XX.
El siglo XXI tampoco comenzó con buenas noticias para el coche eléctrico, que en los años 90 había parecido resurgir tímidamente de mano de los EV1 de General Motors, entre otros proyectos. En el 2000 fue paradójicamente la misma General Motors la que vendió la patente de las baterías NiMH a Texaco, que pronto sería absorbida por Chevron. Revolucionarios proyectos, como los coches eléctricos de Toyota, fueron reducidos a la nada.
Las baterías NiMH (Níquel e Hidruro Metálico) y las de iones de litio son las más apropiadas para alimentar los coches eléctricos, si bien las NiMH se imponen para muchos expertos, dada su rapidez de recarga y su buena capacidad de descarga. Por otro lado, las NiMH aguantan un mayor número de períodos de carga y descarga, algo fundamental en los vehículos eléctricos e híbridos, estos últimos los únicos para los que están permitidas las baterías NiMH. Pero los vehículos híbridos, como su nombre indica, no son totalmente eléctricos. Las baterías NiMH aprobadas en la actualidad por Chevron no servirían para un coche eléctrico puro. A este respecto, se espera que para finales del año 2013 la petrolera ceda la patente y se abran nuevas perspectivas para los vehículos no contaminantes.
El punto de recarga es otro de los obstáculos a superar para que estos automóviles se hagan tan ‘normales’ en las calles como los de gasolina y diesel. Una buena red de puntos de recarga sería fundamental para que los coches ecológicos tuvieran un buen futuro. Ecología es algo más que una palabra para los miles de conductores que desean la comodidad, potencia y seguridad de los coches tradicionales sin verse como participantes de la intoxicación a que se ve sometido nuestro planeta.